Anoche, mientras dormía, soñé la luna.
Fascinó mi sueño, colándose hasta el lugar
donde pudiese verla aún con los ojos cerrados.
¡Y es que pasan las noches tan raudas!
No puedo mirarte cada cenit del día.
O lanzarte un beso con mi mano blanca.
Ni contarte mis cuitas y mis alegrías.
Mis monotonías.
No puedo; le digo.
Entonces me mira con sus ojos grises y se resquebraja
en un llanto suave como un agua mansa bajando del cielo.
De pronto la veo menguar de a poquito,
y yo...yo me hago trocito de su nacareo.
Fantaseo.
Fantaseo.
Ser....
Un trozo de luna, sólo una porción de nácar astral.
Descender la noche y danzar en puntas sobre la verdor
ahora sombreada por la oscuridad.
Ser la vía láctea para aquellas lágrimas en el erial.
Silente, ufana, vaporosa y pálida,
mujer de cristal bailando en la umbría.
Costilla de luna, veleidad lunar...