Una de piratas.

Si tú, ahora pirata, so infame me acorralas, te atusas el bigote y te engalanas la pata de madera que sostiene tu túnica… ¡ah truhan llegaste tarde!, yo miro indiferente cada gesto cual si mirase ropa sucia sobre un cesto.


                          

Y ya no digo más.

Si adornas el mostacho que vive en  piso alto de tus labios  con gracia o  picardía, o escondes dos luceros en tus ojos, bajando las  pestañas y en su brisa pretendes mil caricias… ya puedes tener maña te aconsejo, pues tengo inmunidad a tu gracejo.

Y ya no digo más.

En esa posturita que perfilas con gracia denodada en tu figura, quizá imitando la cultura de los gansos, no temas que lance yo mi gancho…estoy tan agotada que aún antes de pensarlo ya me canso.

Y ya no digo más.

Si el lento caminar  en renqueante con pie detrás  pata delante que insinúas  para alejarte de la estatua que me siento, crees que pondrá mis pies en polvorosa a perseguirte…persígnate rezando al dios de los piratas rutilantes, que yo me quedo anclada en el pescante.

Y ya no digo más.

Dando por buena y terminada la prosa anestesiada del cortejo real que pavoneas, me voy diciéndote adiós cual Galatea sintiéndote inepto al galanteo hacia  ésta mujer, que ya sin seso, teniendo  en sí el temor de ir quedándose en tus besos atrapada, su piel va urdiendo almidonada, saliendo de debajo de tu peso.

¡Vive Dios, qué cruel suceso!

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Y ya no digo más.