Si me introduzco en mi mente, si dejo la piel al aire, el corazón de paseo, o el alma de picos pardos, llego siempre algo confusa a la misma interrogante:
¿Hasta cuántas otras vidas soy capaz de vivir yo o vivir de aquí adelante?
Lo mismo voy de sirena burbujeando en el mar y rompiendo orientaciones de marineros fisgones, que voy desplegando alas lanzándome sobre el mar para comerme el pescado o ¡cómo no, ser un hada!, una duende o una bruja que con la escoba se empuja para poder hacer magia.
¡Ay que suave ronroneo, casi risa la que nace de mis labios!
Veo la escoba que tan sólo barre el suelo y me viene a la cabeza derrochando la inventiva, una pira ya humeante, muchos rostros expectantes, hasta algunos cuchicheos:
¡Vamos, vamos dense prisa, tenemos ejecución de una bruja por la Santa Inquisición!
Caballeros rutilantes abrigados con jubón, aristocráticas damas de cofias y de chapines, el pueblo llano con sus capas desgastadas, más atrás hasta fulanas escondidas entre andrajos.
A la bruja deshacerse poco a poco, lentamente, quieren ver. Seguro que habrá alaridos, se resquebrarán sus huesos crepitando cuando les lleguen las llamas, su verruga en la nariz, que…por cierto… ¿Dónde está? Si es una mujer normal o eso parece… ¡Qué más da si ya lo han dicho los jueces!
Se la acusa de hacer magia, también de utilizar la escritura, ¡Oh Dios mío qué diablura! O quizá de enamorarse e incluso de amancebarse con hombre que atolondrado dejó su vida de lado, seguramente hechizado, míralo ahí sonriente ahora ya restablecido…seguro que no recuerda haber sido su querido…
Al fin la rondan las llamas, la mujer quiere gritar que ¡tan solo imaginaba, que todo esto no es cierto, ni tan siquiera verdad, que ella barría con su escoba la cocina, abrió la puerta mental e imaginó este ambiente medieval!
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Lo peor no es sentir en exceso fuera y dentro de mis huesos, sino…
¡No ponerle solución!
¿Sabe usted cómo?
Yo no...