Una vez más amanece, un día nuevo se abre repleto de matices
de sobra conocidos, otros, acechando inquietos deseosos de ser descubiertos,
como niños atrapados en el juego del escondite.
Son horas maternales con besos, los arrumacos y las cosquillas hasta que
la risa estalla iluminando más que el sol, todos los rincones de la habitación
de nata y fresa.
Y el camino por delante. La misma ruta que nuestros pies
podrían seguir solos, pero nosotras acompañamos con esas charlas íntimas entre
madre e hija que tanto nos gustan.
Viene el parque por donde crecen a borbotones los árboles y
las flores y allí, en ese mágico lugar de nuestros-más tuyos que míos, en los
que estoy alquilada- días colegiales, salimos a inventarnos, como siempre y sin
cansarnos, los cuentecitos pequeños de rimas sencillas:
Yo-¿Empiezas tú?
Sandra-¡Vale!
Sandra-En ese arbolito pía un pajarito.
Yo-Llama a su mamá,
que se quedó detrás.
Sandra-En las flores moradas se esconden mil hadas.
Yo-Que duermen aún ¡tan regaladas!
Sandra-Saldrán de paseo llenas de perfume.
Yo-Y harán que la pena se esfume.
Sandra-Los árboles están calladitos.
Yo-Esperan al sol que les da calorcito.
El parque se queda con nuestros pasos ya dados mientras se
aproxima un griterío infantil saliendo a recibirnos parte de él. Las niñas y madres,
hay padres también. Hoy hay monitores que os llevan de excursión, jóvenes que
os harán disfrutar del día.
Todos uniformados con vuestro chándal, gorras, y las
mochilas cargadas de esa infantil felicidad que se os desprende impregnándonos
a los adultos a los que tanta falta nos hace.
Besos lanzados desde la ventanilla del autobús que recojo y
te devuelvo con ese amor inmenso e inagotable que siento hacia ti.
¡Cómo me has hecho retroceder hasta la infancia de mis hijos, la puerta del cole, los sábados por la mañana en la Casa de Campo, la búsqueda de flores silvestres con las que regresar a casa para sorprender a la mamá, los juegos, los cuentos, los diálogos, la preguntas... la vida misma!
ResponderEliminar¡Qué bello es este cuento con sabor a cotidianeidad maternal! Es un amor inmenso e inagotable que vibra con sus gozos y con lo mínimo que requieren para ser felices: nuestra presencia, nuestra mirada amorosa, nuestros mimos, nuestros juegos. Todo lo que se convierte en un estadillo de risa pura que celebra el estar y ser juntos en el mundo.
ResponderEliminarUn beso, Marinel.
Que bonito!
ResponderEliminarMe has hecho recordar a mis sobrinos. Las tardes que bajo al pueblo y voy a recoger a la guardería al pequeño Arnau... esa felicidad que se contagia, esa sonrisa y esas ganas!
Ojala nunca perdieran esa inocencia y esa vitalidad...
Sin ellos el mundo seria mucho más gris.
Besitos mediterráneos, desde Girona.
Cotidianeidad llena de poesía y ternura, viendo la realidad con otros ojos. con otra mirada...
ResponderEliminarHola ¿se puede?
ResponderEliminarSiempre que vengo encuentro un recuerdo al que engancharme...
Bendita infancia cuando es vivida con amor...
Precioso texto, preciosa bailarina.
Besitos de esos de siempre, de colores.
Un cuento muy sencillo y hermoso que nos hace brotar una sonrisa a las que ya tenemos los niños crecidos y emancipados. Bueno, ahora a esperar los nietos:)
ResponderEliminarBesos
Fue como volver a la infancia, me encantó leerte.
ResponderEliminarTe dejo un fuerte abrazo y te deseo un hermoso fin de semana.
Precioso el juego de palabras entre Sandra y Marinel y preciosa la forma de enseñarla a soñar y a escribir.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, tierno, imaginativo y lleno de luz.
Un beso,
Un cuento lleno de Ternura y momentos inolvidables. Esos juegos, esa predisposición a ser felices sin ningún tipo de traba.
ResponderEliminarPrecioso, Marinel. Me ha encantado.
Un abrazo.
Gracias por poner un toque de alegría y luminosidad a un dia oscuro.
ResponderEliminarSaludos
Gracias por tu cuento, nos regresa a nuestra infancia y siempre hay recuerdos que nos haces ser felices
ResponderEliminarCon ternura
Sor.Cecilia
Gracias por regresrnos a la infancia, a la inocencia
ResponderEliminarUn abrazo
Cuanta ternura! Me encantaría ser madre por un día, solo para sentir lo que tu sientes.
ResponderEliminarun bso
Gracias!
ResponderEliminarSe me vino todo el amor de golpe pensando en mi niña excursionista y tuve que escribir algo al respecto.
Yo y mis espontaneidades.
Me ha resultado curioso,aunque lo imaginaba,que mis comentaristas de este arrebato,fuesen pocos y mayoritariamente mujeres...
Gracias a Francisco,Saudades y Spaghetti,por ponerse en situación de ternura maternal sin prejuicios.
Y a todas las damas también,faltaría más!
:)
Besos.
Mira, te he leído con una sonrisa dibujada en mi cara, imaginando esas escenas, sintiendo esos pasos, esas charlas, esas miradas, esos momentos que una a la otra os regaláis...
ResponderEliminarUn beso :)
También las palabras sirven para explicar lo que solo el silencio puede explicar.
ResponderEliminarEs un relato precioso.
Un abrazo
Chuff!!
El dulce minimalismo de las grandes cosas de la vida, las más importantes; los recuerdos de la niñez son eternos y siempre volverán a nosotros cuando más los necesitemos y así será hasta la llegada d e la ultima excursión de la vida en la que volveremos libres a esos hermosos jardines.
ResponderEliminarconmovedor, amiga mía.
:)
ResponderEliminarEse es el único amor incondicional que nos ata a la vida.
Besos, Marinel.