Destejer cosidos otrora inventados,
creados, manidos,también desgastados,
es un gran placer.
Asumí el reto viendo el arco iris;
ese gesto inmenso del acto de amor
entre agua y sol:
Lo hice retoño donde se prendieron colores divinos.
Mirando las nubes en su derredor,
destejí la masa de cristal de nieve o lluvia sin más
inventando borlas de algodón de azúcar sin colorear:
Las comí riendo sin meterles diente, sorbiéndolas, ¡loca!
Allende del mar, dibujé con dedos,
un sendero recto donde caminar pensares variados,
felices, pausados, penosos, delgados,
inflados tal vez de tanto pensar.
Esa superficie ondeante perenne,
la urdí con delirio en tafetán mágico
capaz de vestir poemas, presagios, historias, naufragios
no sólo en verdad; también en papel o tras de los ojos.
Podría decir que de las montañas,
hice una maraña de curvas latientes,
cual si un monitor fuese transmitiendo
el batir de alas de ese corazón siempre misterioso,
ansiado y hermoso que todos suponen y que nadie ve.
Ceso esta epopeya, siendo permeable, por algo crucial:
No hay nada ante mí que no esté sujeto a ser destejido.
Férrea voluntad, la mía no más, es como un dedal,
escudo capaz de hacerme imparable.
Imagen de Google.