Bajo un ejército de luceros titilantes se alan las palabras,
se hacen pájaros migrantes de los labios elevándose a lo astral.
Se abren paso en el tórrido rastro que el sol ha dejado
a su amante la luna y ésta entre amigas rutilantes, sonríe
iluminando la orilla de un mar tan azabache,
que de no ser por el perpetuo rumor de las olas bañando
la arena, sería imposible de advertir.
Es la noche de estío.
Una noche más del largo peregrinaje soleado
por los dílatados días caniculares.
Constatando lo acuático del piélago marino,
se pasean mis pies entre argentadas burbujas
dejando huellas efímeras en las aristas de
la noche estival.
El pensamiento viaja hasta llegar al columpio
constelado del cielo y allí se balancea observando
sin mirar un corrillo de estrellas.
se hacen pájaros migrantes de los labios elevándose a lo astral.
Se abren paso en el tórrido rastro que el sol ha dejado
a su amante la luna y ésta entre amigas rutilantes, sonríe
iluminando la orilla de un mar tan azabache,
que de no ser por el perpetuo rumor de las olas bañando
la arena, sería imposible de advertir.
Es la noche de estío.
Una noche más del largo peregrinaje soleado
por los dílatados días caniculares.
Constatando lo acuático del piélago marino,
se pasean mis pies entre argentadas burbujas
dejando huellas efímeras en las aristas de
la noche estival.
El pensamiento viaja hasta llegar al columpio
constelado del cielo y allí se balancea observando
sin mirar un corrillo de estrellas.
*Felices días veraniegos.
Gracias, tantas como burbujas de olas marinas.
Besos, tantos como estrellas de estío.
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