Imagen de la red
Y de repente...
Llegó el portento.
Arrasó con lo de dentro,
eso invisible; llámese
sentimiento o ilusión,
éter, misterio...
¡Qué sabré yo!
Nadie lo sabe y sin embargo,
es capitán de nuestro cuerpo,
maneja con o sin tino, nuestro timón.
La incomprensión abriéndose paso
fue in crescendo cual una música
en la antesala del término de esta función.
En el teatro de nuestros sueños
se hizo hueco, llegó, interpretó
nuestros anhelos y titubeos...
Y nos ganó.
Se hizo la estrella, heroína
de tan mediocre espectáculo.
¡Tan incansable, tan entregada,
tan hacendosa ella!
Nuestros aplausos: ilimitados
Nuestras sonrisas: de oreja a oreja
Nuestro pensar: perdido en otro lugar
En esta obra dejamos fuera la reflexión.
¡Que compañera tan insufrible
presta siempre a la retención,
al comedimiento, a la introspección!
Llora en la puerta de esta farándula.
Siempre la observo.
A veces salgo y charlo con ella.
Pero otras...
No.