A vista de pájaro.

¡Tantas veces me gustaría ser un pájaro!
No uno majestuoso o grande. Un simple pajarillo. Me bastaría volar,no por ese hecho, que ya en si mismo debe ser sobresaliente, sino por lo que conlleva, ese sentir sensaciones extraordinarias vetadas a los humanos y que  imagino sin parangón.
Si fuera un pájaro, surcaría el firmamento una y otra vez en pos de nada, esa nada inmensa que da la libertad de no necesitar nada, no al menos material, o como mucho, materialmente distinto...
Si alguna vez, la humanidad se me escapara de entre las plumas, y la necesidad imperiosa de ser importante se infiltrara, sólo tendría que subir y subir.
Desde allá, a lo lejos, gravitando en la atmósfera, observaría empequeñecerse todo hasta el hormigueo, para después descender en picado hasta ser yo ínfima, como cura al arrebato.  Ascendería hacia la cúspide de la existencia indiferente a su peso. Descolgaría mi envoltorio por los haces de luz, entre ramajes infinitos, acariciaría la tierra húmeda tras la lluvia percibiendo intensamente su aroma galopante o jugaría al corre corre que te pillo con las espumas del mar.
Si lo fuera, anidaría aquí y acullá sin sitio fijo ni destino veraz. Sería libre, antojadiza, casquivana en ataduras.
Tal vez, moriría en un vértice del tiempo al soplo doloroso de un arma rastreadora, quizá, enredada en un enjambre humano hecho trampa, o sencillamente, al acabar mi ciclo, cuando el plumaje, raído de experiencia, yaciera flácido a la sombra de lo que fue.
Mientras llegara ese epílogo, sentiría mis dominios en toda la extensión de mi esqueleto. Ensanchados los flancos, abiertas las remeras, las patitas resguardadas y un buen ritmo timonel, navegaría sin prisa, saboreando el espacio sin más meta que llegar, picotear y dormir sin ni siquiera soñar.

Si lo fuera...