Observo la luz de este otro amanecer como tantos otros.
La veo despojarse, deshacerse, desembarazarse del velo de la oscuridad como de un soporífero lastre.
Mi mirada la sigue ausente de elucubraciones. Mi corazón permanece en el limbo del sueño.
Solo mis pupilas y ese alborear desdeñando negruras.
Las sábanas, tensas, instigan mi cuerpo, anhelan su espacio sin el peso de mi presencia. Ansían el desalojo de ese territorio suyo entre la narcosis y la materialidad.
Quieren lanzarme al mundo nuevo de cada día nuevo.
Y mis brazos perdidos, exánimes rodeando el tacto mullido de la almohada. Se me perdió ese abrazo. Era mío y se fue a ese cómodo refugio. Tras él partió un suspiro de la mano de un anodino pensamiento fácil de guiar. A su partida, se unió un diminuto pálpito.
Un sonido parece elevarse. El fanal se intensifica. La noche, al fin...defenestrada y yo, yo...escoltando a mis obstinados pies, perseguidores natos del candil matutino.
Cada día el faro. Cada pasos mis pies. Cada rincón de mi casa para el advenedizo fulgor que la hace suya y a mi con ella.
Observo la luz de este otro amanecer como tantos otros...
Pintura de Eva Gonzalés