Se toma todo el tiempo del mundo.
Se ovilla a mi lado, incorpóreo,
presente como nunca.
Descansa en mi pecho
queriendo escuchar mi corazón.
Nace el latido...
Extrañado. Extranjero de mí. Atónito.
Cuántas veces perseguí el momento ufano
de vivir sin prisa, de abrazar
y hasta incluso besar al tiempo
en esa boca sinuosa y esquiva?
Hoy nos besamos.
Nuestros labios se unen cálidos, jugosos,
casi tímidos...
Sin atisbo de ira entre vencedores y vencidos...
No los hay.
No le di alcance nunca. Jamás lo haré.
Siempre seguiré su estela tras este impasse.
Ahora, en este presente arrebatado...
Su boca y la mía se arropan, parecen
abrigarse del miedo ante este reposo inaudito.